Ghostbusters: Frozen Empire
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Desde que se estrenó una primera secuela de la cinta original del '84, a todos nos quedó claro que recapturar la magia de dicha cinta era imposible. Sin embargo, 40 años después, ¿por qué esto sería diferente?
Esta cinta continúa en un punto muy distinto de donde terminó la pasada. Phoeby Spengler (Mckenna Grace), su hermano (Finn Wolfhard), su madre (Carrie Coon) y su nuevo ¿padrastrouish...? (Paul Rudd) viven en Nueva York, en la antigua base de los Ghostbusters, y ahora se dedican a capturar fantasmas. Mientras que, los Ghostbusters originales (Bill Murray, Dan Aykroyd y Ernie Hudson), así como múltiples personajes secundarios de las cintas pasadas buscan algo que hacer en la historia. No obstante, el alcalde quiere acabar con esta organización y, debido a que Phoeby es menor de edad, se le prohibe desempeñarse en el negocio familiar. Ante esto, un fantasma (Emily Alyn Lind) y un hechicero milenario buscarán aprovecharse de la frustración de Phoeby para desatar una nueva era del hielo, y solamente un bibliotecario extravagante (Patton Oswalt) y un ¿maestro protector del fuego? (Kumail Nanjiani) puede ayudarlos a detener esta amenaza.
Lo que me resulta más curioso de esta cinta, así como de su antecesora, es que, pese a que se venden como blockbusters y con el presupuesto de tal, se sienten pequeñas. Es como si todo el mundo y amenaza se redujera solo al colectivo de personajes y las dos cuadras en las que se mueven. Además, no ayuda que las locaciones y sets son contados y pequeños, y una propuesta de fotografía genérica y nada inspirada (con muy escasas excepciones) hacen que los valores de producción que pudiera tener no luzcan.
El caso más terrible de este apartado visual es en los efectos visuales, sobre todo de los fantasmas. Dejando de lado algunas inconsistencias respecto a cómo estos se ven y funcionan, durante gran parte del tiempo se sienten superpuestos, mal integrados en la imagen y sin texturas. Toda la película estás entrecerrando los ojos tratando de enfocar bien a los fantasmas. Que esto tampoco se ayuda mucho en una iluminación ridículamente oscura y una corrección de color opaca y mal estilizada.
Pese a esto, se podría ignorar en gran medida lo anterior si la historia o personajes funcionaran, o al menos la película fuera entretenida de ver. Esto segundo no ocurre debido a que el director no logra transmitir ni escenas de terror competentes, ni de comedia divertidas, ni ninguna mínimamente emocional que no raye en lo ridículo, haciendo que se sienta como una cinta sin tono o personalidad. A nivel emocional nunca te ríes, ni emocionas, ni te preocupas por los personajes, ni nada.
Y el guion parece que busca empeorar las cosas. La cinta tarda muchísimo, prácticamente la mitad del metraje al igual que la de Jason Reitman, en llegar al incidente desencadenante. Entonces, durante media película simplemente ves a los personajes vagar sin rumbo, reintroducir todo lo presentado y desarrollado en tres películas previas de forma aburrida, y mostrar escenas que, en el mejor de los casos, sí tendrán una especie de resolución, nada satisfactoria vale la pena agregar. Incluso, una vez que "se desata la historia", nunca es clara la trama; no entiendes qué tienen qué hacer, cuál es la urgencia por hacerlo y cuál realmente es el peligro de fracasar. Supones que es un fantasma muy poderoso que quiere convertir todo en hielo porque viste material promocional, pero como este no hace nada y hasta después se explica que tenía un plan sostenido en una regla arbitraria y desconocida hasta que por fín consigue su cometido, pues realmente carece de una sensación de intriga o tensión.
Paradójicamente, aún cuando la cinta solo se enfoca en los mismos personajes, haciendo sentir a esta Nueva York como un área suburbana de una ciudad poco poblada, estos son tantos que ninguno logra tener un desarrollo o si quiera exploración. En el caso de Phoeby simplemente está enojada por una situación particular que guia todas sus acciones. Coon, Wolfhard y Rudd están ahí, al lado de ella, teniendo el arco menos trabajado y a la vez más genérico de familia postisa. El personaje de Emily Alyn Lind se presenta ya muy empezada la película y ni siquiera tiene tiempo para desarrollar, esconder o siquiera sorprender el hecho de que está del lado antagónico (spoiler, supongo...). Oswalt y Nanjiani aparecen porque sus actores son carismáticos, pero su participación en la historia está sostenida con cinta adhesiva y el supuesto "arco de personaje" del segundo es el guionista poniendo a prueba su omnipotencia narrativa y qué tanto el público quiere personajes mínimamente construidos.
Ni siquiera resulta pertinente hablar de los Ghostbusters originales. Su inclusión en esta cinta es porque estuvieron en las anteriores, y en la que no aparecieron (2016, pero no hablamos de eso) no fue del agrado de los fanáticos, pero podrían directamente desapartecer y todo sería hasta más fluido. Y esto no solo se queda en esos personajes, regresa una cantidad de personajes, conceptos, ideas, escenas, referencias y bits narrativos tan ridícula que llega un punto donde te preguntas si realmente hay algo original en esta propuesta. Y ni siquiera hay una exploración, deconstrucción o complejización de los mismos, únicamente aparecen para que los señales como Rick Dalton a sí mismo al verse en la tele y venderte por millonésima vez la figura del slime verde que come comida.
Ghostbusters: Frozen Empire es una de las películas menos emocionales, propositivas e inspiradas que he visto hacer a Hollywood, y tomando en cuenta la cantidad de remakes, adaptaciones y carencia de filmes no basados en una propiedad intelectual previa, esto es mucho decir. Son tantos personajes que ninguno llega a tener un desarrollo o relaciones medianamente funcionales, pero, a la vez, la película no los suelta en ningún momento ni los hace interactuar con un mundo más allá de ellos, convirtiendo al "imperio congelado" más en la "cuadra congelada". También está el hecho de que, aunque tú intentas fervientemente pasártela bien y hay elementos más o menos bien logrados, en general es plana, nulamente emocional, lenta, carente de una trama o historia de cualquier tipo, y es directamente incapáz de generar sensación alguna.
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